LA ENTREVISTA - Nuestro entrevistado, Piotr Laskowski, fue junto a Sebastian Matuszewski, uno de los dos profesores de historia de un instituto de educación secundaria secundaria que enviaron una carta que ha sido publicada en el diario de mayor tirada en Polonia y luego ha sido traducida al francés (publicada en Liberation), al inglés (publicada en Hadassah Magazine), pero también al italiano, hebreo, lituano y español. El primero de febrero de este año, el Senado de Polonia aprobó una Ley de Memoria Histórica, la cual prohibe la utilización de la frase “campos de concentración polacos” , entre otras, para referirse a lugares como Auschwitz. Con la misma, el gobierno polaco, liderado por el partido ultraconservador PiS (Ley y Justicia, en español), busca criminalizar cualquier expresión que implique a la "nación polaca" en los horrores perpetrados durante la Segunda Guerra Mundial y fomentar un revisionismo histórico sobre el Holocausto que ha despertado quejas y críticas, entre otros, de Israel y Estados Unidos. Agradecemos a Linda Jiménez, colaboradora habitual de la sección en inglés (English Corner) el habernos ayudado a llevar a cabo esta labor de forma más dinámica. A continuación, reproducimos la "carta" en cuestión, traducida al español por Emilio Losana Úbeda, y que fuera publicada el 21 de febrero en el blog de la redacción Nexos de México.
Queridas, queridos: Os escribimos esta carta a vosotros, alumnas y alumnos de nuestro instituto, y a vuestras compañeras y compañeros de otros institutos de secundaria. Aunque somos también investigadores de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, en esta carta no os presentamos ninguna hipótesis científica sobre la que discutir. Tampoco tiene esta carta una intención artística. Os escribimos a vosotros y a la gente de vuestra edad como profesores, como docentes que somos. No lo habéis podido dejar desapercibido, porque los medios de comunicación hablan sobre ello desde hace semanas: una nueva ley espera tan solo la firma del presidente de la República para ser refrendada y esta ley suena, resumiéndola, del siguiente modo: quien suscriba que la nación polaca o el estado polaco es corresponsable de delitos que constituyen crímenes contra la paz, contra los pueblos o crímenes de guerra, puede incurrir en penas de castigo. Vamos aquí, y también vamos en el futuro, a vulnerar esta ley. La idea de “nación polaca” y las instituciones del estado polaco (así como todas las demás “naciones” y otros estados) son corresponsables de delitos que constituyen crímenes contra la paz, los pueblos, así como de crímenes de guerra. “Nación” es una palabra mágica que consigue transformar a la gente no inclinada a hacer mal a nadie en asesinos sin escrúpulos convencidos de la razón de su propia moral. En sus orígenes, a comienzos del siglo XIX, la palabra “nación” llevaba consigo cierta promesa: la liberación de los pueblos sometidos al poder de los tiranos, la valorización de las diferencias culturales y lingüísticas, la lucha común por la libertad. Sin embargo, cuando la victoriosa idea de nación se vio asociada al estado, cuando la consigna del insurrecto se convirtió en ideología de la dominación, nada quedó de aquella promesa. El estado nacional basa su poder en el establecimiento de límites entre la gente y en la incesante decisión sobre quién pertenece a la imaginada comunidad nacional y merece protección, y quién está desconectado de ella y se encuentra desamparado. El estado nacional aprovecha la idea de nación para que sus funcionarios puedan ejercer un control sobre la vida de sus sujetos y condenar a muerte a quienes excluye. Precisamente esto es lo que enseña la Historia, también la Historia de Polonia.
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